dimecres, 26 d’octubre del 2016

España según los antropólogos

Una de las fotografías que hizo María Cátedra de los vaqueiros de alzada asturianos en los años 1970 
Reseña de Joan Prat, Ubaldo Martínez, Jesús Contreras e Isidoro Moreno, eds., Antropología de los pueblos de España. Madrid: Taurus, 1992, publicada en El País, Babelia, el 25 de abril de 1992

ESPAÑA SEGÚN LOS ANTROPÓLOGOS
Manuel Delgado

Se le ha reprochado a la antropología académica española una cierta tendencia al apoltronamiento funcionarial y a la predisposición al mandarinato. Algo habrá de verdad en ello, pero no constituiría sino el reflejo de un síndrome que afecta al conjunto de las disciplinas universitarizadas en nuestro país. Lo que importa aquí es, en última instancia, que hay signos que anuncian una tendencia al desentumecimiento y que el libro que aquí presentamos es uno de ellos.

En efecto, Antropología de los pueblos de España es una obra que recoge esa urgencia consciente porque la etnología universitaria española abandone su antiguo gusto por el gueto y desembarque en el presente con toda la potencia clarificadora que guardaba hasta ahora en sus santuarios docentes. Lo hace, además aprovechándose -¿y por qué no?- de ese afán por hablar y hacer hablar de la polifonía étnico-cultural de la llamada España de las autonomías. Y eso es importante. No sólo porque refleja una preocupación por dar a conocer y a entender lo que de diferente albergan unas fronteras oficiales, sino porque supone un hacerlo desde una forma de conocer que no es la del folclorismo pintoresquista. Recoge un título situado en la gran tradición de los tratados del usos y costumbres (a lo Los pueblos de España, de Caro Baroja, por ejemplo), o de las reflexiones sobre España en términos de indivisibilidad de lo fragmentado –el recién publicado Los pueblos de España, de Carretero Jiménez-, pero su contenido implica un trascender ese discurso. 

Es ahora no la descripción de una colección de singularidades externas o la justificación ideológica de una unidad política de lo culturalmente diverso, sino la seriedad de unos planteamientos de vocación analítica rigurosa –aunque obedientes a estrategias explicativas variadas- que se aplican a un paisaje temático mucho más amplio y ahondado que el habitual. Con todo, la obra no es absolutamente inédita en su espíritu –asume la herencia de recopilaciones de los setenta como las organizadas por Lisón Tolosana (Temas de antropología española, por ejemplo)-, ni tampoco es del todo un acontecimiento aislada. Véase si no una publicación del 91 como es Los españoles vistos por los antropólogos (Júcar), dirigida por María Cátedra.

La publicación, de la que es responsable la encomiable osadía editorial que últimamente despliega Taurus, recoge trabajos breves de 49 autores, dividiéndolos en jurisdicciones, cada una de ellas bajo la dirección de uno de los cuatro compiladores. Son éstas las de la historiografía y las opciones epistemológicas, a cargo de Joan Prat; la que agrupa especialidades como la de la ruralidad, lo urbano y la emigración, ordenadas por Ubaldo Martínez; la que se pronuncia en torno a las relaciones entre estratos y clases y a la forma que se constituyen las estructuras y los procesos, dirigida por Jesús Contreras, y la que introduce la cuestión de la construcción de la identidad y sus encarnaciones rituales y representaciones, orientada por Isidoro Moreno.

Cabe suponer que eran inevitables las ausencias –estamos hablando de un mamotreto de 800 páginas-, pero el panorama dibujado hubiera sido más completo con el concurso de alguno de los heterodoxos de la periferia académica, y pienso, por ejemplo, en el caso del recientemente desaparecido Alberto Cardín. Acaso, como compensación, bien está la cancha prestada en este libro a algunos de los novísimos –Bertrán, Narotzky, Roigé, entre otros- en las que la antropología española debe confiar para su desatascamiento definitivo.




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