La foto es de Yanidel y procede de https://www.facebook.com/YanidelPhotography |
Primer apartado de la entrevista publicada en el primer número de Cultura Urbana, la revista de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, en agosto 2004. Me la hizo Ignacio Farias. El título con que fue publicada fue "La verdad está ahí fuera".
SOBRE EL ANIMAL PÚBLICO Y LA ANTROPOLOGÍA EN GENERAL
Manuel Delgado
- Hablemos sobre
El animal Publico. Este ensayo, de gran repercusión, es una investigación que
si bien trata sobre la forma de lo social en los espacios públicos, sostiene
una tesis sobre la antropología en general, y que apunta a definir los límites
de lo social, de la comunicación, del sentido. A mi lo primero que me sorprende
es el título, el animal, se trata de un animal. ¿Es este un intento de volver
al objeto más clásico del estudio de la antropología?
En el fondo lo
curioso es que lo que podría parecer de una forma superficial como una apuesta
"de vanguardia" o de reconsideración de la antropología y sus
objetos, en el fondo quiere ser una apuesta por volver a unos orígenes
radicalmente naturalistas, que tienen que ver mucho más con Malinowski que con
la antropología posmoderna, lo que le da un peso a la observación directa y a
la descripción por encima de la interpretación. Eso es cualquier cosa menos "vanguardista".
Hay una voluntad de volver a una cierta vocación realista de aproximación
pormenorizada, atenta, respetuosa. Incluso yo diría humilde, aunque siempre es
un calificativo que puede sonar vanidoso, aunque pueda parecer paradójico. Es
seguir la herencia del pragmatismo. Al respecto creo que no hay mucho más que
decir. Volver a esa atención por las practicas, por los usos.
- Y en ese
sentido los espacios públicos aparecen como un ámbito donde por antonomasia se
actualizan éstas prácticas. ¿Sería en ese sentido la antropología de los
espacios públicos una antropología por antonomasia?
Una antropología
del espacio social por excelencia o del espacio de la acción social por
excelencia. Por eso digo que conviene ser desconfiados ante la etiqueta
'antropología urbana'. Se trata básicamente de una antropología que puestos a
analizar, escoge un terreno donde en efecto uno puede encontrarse esa dimensión
inorgánica, inestable, crónicamente por estructurar, que no es singular de la
vida urbana, sino que es singular de la vida social. Pero aquí puede encontrar
un lugar particularmente de expresión o ilustrativo.
El tema es lo que
tiembla, aquello que oscila, lo que podríamos llamar la dimensión no
cristalizada de la vida social. Concepto que tan sólo es nuevo, y que tiene que
ver con los de 'elusión' en Gabriel Tarde, 'emergencia' en James Fernández,
'drama social' o 'liminalidad' en Victor Turner. En el fondo, no hay nada nuevo
al respecto. Se trata básicamente de que hay un asunto pendiente en la
antropología, y es el de las prácticas.
Nuestra
preocupación por las interpretaciones y por las exégesis ha hecho que muy poco
de nosotros se haya entregado a ofrecer informes de investigación etnográfica
en los que la descripción de lo que acontece ocupe un papel importante. La
mayor parte de lecturas que estamos escuchando en tribunales de tesis de
doctorado se encuentran basadas en entrevistas... ya nadie mira, ya nadie
contempla, ya nadie anota, ya nadie explica. Todo el mundo está demasiado
ocupado en interpretar, es decir, en representar representaciones.
- Esto nos lleva
al concepto de cultura, que en algún momento constituyó una suerte de operador
lógico que todo lo incluía, y en torno al cual se estructuraba la antropología,
al menos la tradición norteamericana, tal como lo diagnostica Kuper. Pero tal
como señala Kuper, es un concepto sumamente difuso que cae casi como una suerte
de maldición sobre la antropología. En tus libros, las referencias al concepto
de cultura son mínimas. ¿Tenemos acaso que eliminar de una buena vez este
concepto de la antropología?
Lo que hay que
hacer es esencialmente definirlo. Volver a lo que decía Bateson de que la
característica que tienen que tener las categorías con las que trabajamos es
que tienen que ser claras. Otra cosa es que cuanto más claras son, más
confunden las cosas. Esa es la paradoja, la que hace que cuanto más oscuro sea
un concepto, cuanto más confuso, cuanto más opaco, más consigue clarificarlo
todo. Y esa es la ventaja que tiene la cultura. Si la cultura tiene tanto valor
es porque como no significa nada, puede uno aplicarla a cualquier cosa para
decir lo que quiera, no importa qué.
No. La cultura al
menos en la tradición europea, de la que no podemos desentendernos, es la forma
que adoptan las relaciones sociales. Adam Kuper, en el texto al que aludes, da
una definición brillante y a la que suscribo, y es que los antropólogos
estudiamos y explicamos las culturas, lo que no implica que las culturas
expliquen algo. Una cosa es explicar las culturas, y otra es pretender que las
culturas puedan explicar alguna cosa. Básicamente porque son la forma, el
vestido que adoptan las relaciones entre seres humanos. Ahí está la cuestión,
pero esa cuestión no remite únicamente a la antropología, sino a las ciencias
sociales en general.
El problema es
que cuando hablamos de culturas en términos ideográficos, como un conjunto de
ideas, representaciones que revolotean en las cabezas de las personas, nos
desprendemos de lo que es una ciencia social. Una ciencia que estudia las
relaciones sociales, no los seres humanos. Hay que entender que nuestro objeto
de conocimiento es la acción social, no el actor social. A nosotros nos
interesan los hechos sociales, porque lo pasa es lo que determina lo que la
gente piensa, siente y proclama que desea, y no al revés.
- En ese sentido,
el animal público se encontraría en el límite de lo social, casi fuera, en el
entorno de lo social. Me da la impresión de que no es parte constitutiva del
hecho social, se encuentra bordeándolo, en el lÍmite del sentido / no sentido,
de la comunicación / no comunicación.
Él es el hecho
social por excelencia. Él es el 'hecho social total' que diría Mauss. Lo que
digo es que deberíamos desconfiar de la posibilidad de saber qué es lo que
llegue a pensar. En cuanto digo animal, no es que niegue su condición social,
al contrario no hago nada mas que enfatizarla con todas mis energías. En
efecto, es el ser animal lo que le confiere esa naturaleza social. El animal público
puede ser explicado con claves que remiten a su condición sociológica, alguien
que depende de otros seres sociales como él para existir, y eso es un instinto,
un instinto social. En el fondo, evocar la imagen del animal no deja de ser una
evocación de la capacidad que debería tener la etología de constituir para
nosotros un referente. En efecto, a tomar con prudencia por la contaminación
que cierto biologismo le ha hecho objeto. Referirnos al ser humano como animal,
no niega su condición social, sino justamente lo que hace es enfatizarla al
máximo nivel, con la máxima intensidad.